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Dolor: ¿Por qué lo sentimos más por las noches?

Todas las personas hemos experimentado algún tipo de dolor a lo largo de nuestra vida por lo que no es un fenómeno extraño para nadie. Con todo, a veces puede resultar bastante difícil definirlo. En fechas recientes la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor lo define como una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada con daño tisular real o potencial.

¿Para qué sirve el dolor?

Aunque es una experiencia negativa la verdad es que en el ser humano es un mecanismo complejo y bien engranado que está diseñado por una razón bien importante. Nos avisa si algo va mal, se traduce en un mecanismo de supervivencia que nos ayuda a mantenernos a salvo ante los peligros que pueden amenazar nuestra integridad.

Se podría comparar a un sistema de alarma que posee nuestro cerebro para indicarnos que estamos en peligro y que por ende debemos tomar acciones para salvarnos. Por supuesto es una experiencia desagradable para que sintamos la urgencia de evitarlo de inmediato.

Con todo, en años recientes diversos estudios han concluido que el dolor no es una respuesta a un estímulo más bien se entiende que como un producto de nuestro cerebro, el cual nos dice dónde, cuánto y de qué manera nos duele.

Los estímulos externos a través de los nervios periféricos que se conectan con el cerebro le indican la presencia a este órgano sobre algo y consecuentemente el cerebro lo procesa y lo convierte en nocicepción dándole una interpretación cognitiva y emocional.

¿Aumenta por las noches?

Diversos estudios sugieren que durante la noche aumenta la percepción del dolor debido a la teoría de la puerta de control. Los investigadores sugieren que en la médula espinal hay una especie de puerta que permite o no pasar los estímulos dolorosos hacia el cerebro. Algunas cosas harán que esa puerta se cierre y por ende percibamos menos dolor mientras que lo contrario hará que sintamos el dolor con mayor intensidad.

En ocasiones puede que un estímulo compita con la sensacion dolorosa. Por ejemplo, cuando nos frotamos la piel si nos hemos dado un golpe, sentimos que nos ayuda a mitigar la dolencia, aunque en esencia esa parte del cuerpo no tenga que ver con la que nos está doliendo.

Sin embargo, en el silencio de la noche cuando estamos durmiendo quizás en la oscuridad sin que nadie nos distraiga y ayude a distraer o “cerrar la puerta”, pasan las sensaciones dolorosas directamente hacia el cerebro. Con todo, hasta el momento se tratan de estudios experimentales en un ambiente de laboratorio por lo que se requiere seguir investigando.