En nuestra sociedad por lo general relacionamos una alimentación saludable no con placer, sino con hambre y sacrificio. De allí que para tantas personas sea cuesta arriba iniciar una alimentación saludable o por lo menos mantenerla.
A este respecto el escritor científico David Robson escribió en su libro The Expectation Effect algunos resultados de su investigación de la relación que hay entre la mente y el cuerpo. Y descubrió que es totalmente necesario cambiar nuestra mentalidad alimentaria a una mentalidad de placer, para cumplir nuestros objetivos de peso.
El placer como un ingrediente de nuestra dieta
Robson descubrió que nuestras creencias o mentalidad influyen en la reacción de nuestro cuerpo a los alimentos. En otras palabras, lo que nosotros pensamos puede moldear nuestro apetito a través de respuestas psicológicas y fisiológicas. El escritor denominó esto como “efectos de la expectativa”.
Es cierto que nuestro apetito está condicionado por señales del sistema digestivo entre los que se incluyen sensores químicos que detectan la presencia o ausencia de nutrientes, así como la sensación de estiramiento de los músculos del tracto gastro intestinal. De esta forma nuestro cuerpo avisa si la cantidad de alimentos que hemos consumido está bien o en su defecto necesitamos “recargar el estómago”.
Sin embargo, la investigación también demostró que en el apetito además de factores físicos incluyen elementos psicológicos. En otras palabras, nuestros recuerdos de lo que hemos comido y nuestras expectativas de lo que será su contenido puede hacer que el cerebro determine cuán hambrientos estaremos.
A fin de determinar esta teoría, se sometió a experimento a dos grupos de personas en las cuales se les dio la misma barra con sabor a chocolate sólo que en una se les dijo que era una “sabrosa golosina” mientras que la otra se le etiquetó como “barra saludable”. El resultado fue que las personas que comieron la “barra saludable” experimentaron mucha más hambre tiempo después que las que habían comido la misma barra, pero con la etiqueta de “golosina”.
El factor psicológico
Además del efecto que tienen en el apetito nuestras expectativas ante lo que vamos a comer, también está la respuesta hormonal. En 2010 se hizo un experimento muy parecido en el que se le dio a dos grupos un mismo batido, solo que uno fue etiquetado como “helado delicioso” mientras que el otro como “ligero y saludable”.
El resultado fue que aquellas personas que vieron la etiqueta que era un “helado” tuvieron niveles más altos grelina una hormona que estimula el hambre y cae después de haber comido. Esta subió y bajó más drásticamente en aquellos que pensaban que estaban comiendo “helado” en comparación con los que estaban consumiendo una “bebida saludable”.
En otras palabras, el investigador concluyó que si nuestra mente asocia a los alimentos que vamos a consumir con algo placentero nuestro apetito será aún mayor, pero también nuestra satisfacción después de comerlo, por lo que pasará mucho más tiempo antes de tener nuevamente apetito.
De ahí que recomendó la importancia de cambiar la mentalidad ante los alimentos a fin de poder hacerlo sostenible en el tiempo. No es que nos convenzamos de que una hoja de lechuga sea un pastel de chocolate, pero sí aprender a desarrollar el gusto por estas cosas y trata de comer alimentos que sean de sabores interesantes e intensos que exciten las papilas gustativas para no olvidar el placer de comer.
Además, el hecho de que de vez en cuando seamos un poco indulgentes y comamos algunas cosas que nos gusten también es necesario para mantener el placer y no sentirnos decepcionados.
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